La metrópoli soñada e imaginada, pero no por ello sorprendente e inesperada. New York no es una ciudad es un universo, una amalgama de diferentes ciudades integradas en un espacio que las cohesiona.
No hay colisión de culturas, es una superposición de realidades y de seres humanos que conviven y asumen sus diferencias y deseos de vivir.
New York es puro dinamismo, una ciudad que impacta por su ritmo, que te hace sentir vivo y creativo, reforzando tu vitalidad y generando constantemente señales visuales que hacen que creas en la potencia del ser humano para reconstruirse, capaz de mirar hacia el futuro con esperanza y soberbia.
En New York uno vive de sensaciones, intuyendo que formas parte de un organismo, que en si mismo es un ente vivo consciente de su poder.
Cuando uno observa la ciudad desde lo alto de los rascacielos es sensible al fluir de sus arterias que transportan vida, sueños y deseos de progreso. Desde sus aceras uno se siente célula que ayuda a construir ese mito de ciudad imparable, que no descansa y que no negocia con el desencanto o la derrota.
Sé que volveré ya no como turista, sino como viajero que desea y anhela integrarse como ciudadano en un sueño hecho de cemento, asfalto, luz y humanidad. (JRCI)
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