Podemos engañar a los demás, haciéndoles
ver que somos “perfectos”, que no nos equivocamos, que tenemos la razón, a ello
nos conduce y es lo que nos exige el ego, pero jamás y si hacemos un ejercicio
de autoreflexión sincero, nos podremos engañar a nosotros mismos. No
reconocer un error, una imperfección nos impide madurar y crecer como personas,
como seres libres, ya que cuando se esconden las debilidades se limita la
libertad. En cambio, cuando son reconocidas y se visualizan, hacemos
conscientes una realidad que puede ser modificada. (JRCI)
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