LITERNAUTAS

jueves, 20 de septiembre de 2018

SOCIEDAD LÍQUIDA

En el mundo occidental y en los países económicamente desarrollados se genera un estilo de vida y una sociedad que Bauman denomina “líquida” donde los objetivos a corto plazo de carácter resultadistas, se suceden de forma continua al son de la renovación y los cambios, y en donde todo tiene fecha de caducidad y todo es un nuevo comienzo. 
Lo importante es vivir el presente en una sucesión constante de indoloros finales, en la que el mayor desafío es la capacidad de adaptación “a una cultura donde los cambios políticos, sociales, económicos…..se producen a una velocidad vertiginosa” (Esther Busquets). 
Esa “incertidumbre constante”, obliga a un esfuerzo de adaptación intenso, a un individualismo de supervivencia, ya que todo tiende a envejecer rápidamente en la sociedad de la información, de la tecnología y del conocimiento, de tal manera que si uno no se renueva constantemente, de forma acelerada queda desvalorizado u obsoleto, no apto para ser competitivo.
Esta fluidez vital, a veces con un claro sentido de banalidad intelectual por su inmediatez, nos hace insensibles a los grandes retos de la sociedad globalizada. No hay tiempo para plantearse nuestro legado como especie a las futuras generaciones. Así la amenaza del cambio climático, el agotamiento de recursos naturales, las inquietantes cifras demográficas, la contaminación, el agotamiento de recursos, o las diferencias cada vez más profundas entre el mundo desarrollado y el mal llamado tercer mundo, no son materia de especulación, de reflexión y/o de análisis en nuestras sociedades abocadas a la banalización consumista, o a una cultura de masas sujeta a criterios de mercado. 
Para entender ese sentido de banalidad intelectual, solo hay que hacer un repaso al perfil que desarrollan nuestros actuales “héroes sociales”. Los líderes con influencia son figuras del espectáculo, estrellas deportivas, o lo más triste pequeñas figuras emergentes en un mundo mediático donde prima la teatralidad de vender nuestras vidas sin ninguna cortapisa moral o sin sentido de lo íntimo (léase “reality’s shows”).
Es evidente que los valores trascendentes o tradicionales tienen un encaje difícil en este modelo de sociedad líquida por lo tanto establecer un sentido ético para regir una sociedad tan cambiante, tan mutable resulta complejo. Ya que como dice E. Busquets si entendemos la ética como el compromiso que toda persona tiene de formarse un buen carácter, una buena personalidad moral en base a la razón y por repetición de actos que devienen hábitos, ante tal sentido de provisionalidad, de mutabilidad de renovación perpetua no es fácil fijar pautas éticas que representen o sirvan para este modelo de sociedad.  (JRCI)

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